El autor sostiene que tanto la transparencia y la participación se configuran como dos piezas básicas del engranaje democrático. La defensa, promoción y protección de estos dos principios resulta imprescindible para asegurar la pervivencia democrática de las sociedades. Sin embargo, esto trae males como la corrupción, que atenta contra la realidad democrática destruyendo sus raíces. Toda sociedad es susceptible de ser atacada por la corrupción. Frente a eso la educación aparece como un elemento básico para fomentar sociedades instruidas en valores democráticos que consigan la protección y defensa de los escenarios democráticos.